Jo, EspartaKa

Ho he parlat amb la gent del pis i, finalment, tots i totes ens hem decidit a escriure aquest blog. Els meus companys diuen que hem de contar la nostra història.

Sóc una rata. Els humans diuen que sóc un "animal de laboratori". Classifiquen a la resta d’animals com a coses, amb adjectius que ens defineixen per la nostra utilitat per a ells. I totes són dolentes per a nosaltres, els animals que no hem nascut humans.

Al laboratori ens volen pel mateix que volen una proveta. Som un instrument d’investigació. I ens inoculen tota mena de productes, ens donen descàrregues elèctriques, ens fan emmalaltir i arribar a la psicosi, ens fan patir. Ens torturen i maten per a provar barres de llavis o productes de neteja. No importa que les provetes no puguen sentir i nosaltres si. Ens tracten igual.

Els humans també utilitzen les rates de laboratori per a altres coses. Jo, per exemple, vaig ser comprada al mercat d’esclaus per a que em mengés una serp esclava que, tancada a la seua pressó-vitrina de la mida d’una caixa, menja quan els seus "amos" ho decideixen. Jo sóc tranquil·la i pacífica; m’hauria capturat ràpidament, i la preuada "propietat dels humans", mostrada amb orgull a les visites, no hauria patit perill.

Però la serp es va morir abans de menjar-me. Segurament de pena, somiant, dins de la pressó-vitrina, amb un ample territori, ple de pedres sota les que passar la nit i on prendre la calor del gran sol, no d’una trista llum artificial. Somiant ser lliure com les rates que li permetrien sobreviure, i amb les que lluitaria per la vida en igualtat de condicions.

Ella morí mentre jo esperava, a la tenda distribuïdora d’esclaus no humans, dins d’una gàbia on no em podia moure. El traficant d’esclaus no estava molt content que jo estigués a la tenda, no era bo pel negoci. Quan ja tenia decidit donar-me com a "pèrdua" (matar-me i llançar-me a les escombraries) es trobà un humà i una humana amb els que ha començat la resta de la meua vida.

dimarts, 7 d’abril del 2009

RESERVOIR DOGS per Xavier Bayle

Está encerrado en una jaula. Su tamaño no es importante, ni el de la jaula ni el de su cuerpo. Está encerrado en una jaula. Dispone de comida regularmente y de agua fresca suficiente. Su lecho es confortable e incluso recibe frecuentes visitas al día, de gente buena que le habla y el ofrece su ración de cariño, pertinente para no enfermar de soledad. Está encerrado en una jaula y es otoño. De fuera le llegan voces que no ve pero entiende claramente porque le están convocando de un modo inconfundible, evocándole la libertad que no posee. Porque él está encerrado en una jaula.


De fuera vienen otras cosas: vienen olores de mil procedencias, los árboles, las cocinas vecinas, las faunas y las floras inmediatas y no tanto. Está encerrado en una jaula y no puede salir. También hay luces que le indican que es de día o de noche, le hablan del silencio de la oscuridad, del ajetreo de la luz. Sabe, sin embargo, además de intuir, que todo el mundo pleno está esperándole allá afuera, aguardándole a veces de la mano de una voluntaria que le abra el pestillo y lo saque a pasear. Entonces se vuelve loco de primaveras, aunque sea otoño, y ensaya el libre albedrío, aunque luego volverá a estar encerrado en una jaula. Volverá a estar encerrado en una jaula.


Él no sabe abrir el pestillo, deberá esperar a que le abran, e ilusionarse de que esta vez no sea temporalmente, deberá esperar que lo adopten, aguardar a que alguien -con un número que le garantize la libertad en un planeta de números-, responda por él, lo cuide y lo mime. Alguien sin el cual sólo es un perro encerrado en una jaula. Todo lo más un perro, una cosa que ladra y estorba, una mierda.


Está encerrado en una jaula porque es una mierda, porque tal vez jamás debió haber nacido, porque la vida en un planeta regido por seres humanos implica pertenecer a la especie adecuada, e incluso, en según qué territorios, a la raza adecuada, al sexo adecuado, a la clase social adecuada. Está encerrado en una jaula porque vale poco más que nada. Vale lo que una niña en China, lo que un negro en Rusia, lo que un pobre en New York.


Tiene dos fechas de caducidad, la una ya venció y por esa fecha fue abandonado en la calle, acaso rebuscó en los solares y las basuras algo de comida, se acurrucó junto a tuberías de agua caliente en las largas noches y persiguió a montones de personas, absolutamente extraviado, para que alguna le alimentara, le diera cobijo y cariño. Esa fecha primera, sin embargo, dependía de cuándo tomaran vacaciones sus antiguas cuidadoras, a partir del momento en el cual él pasaría a ser un estorbo, al igual que medio millón de animales anualmente sólo en España; pero la segunda fecha de caducidad es más severa, será la fecha límite en que, no habiendo sido adoptado, la perrera decida “dormirlo” con una “piadosa” inyección letal que le devuelva a su lugar en la nada, de donde nunca debió haber salido, al parecer. Nuestra ayuda a los animales contempla sin vacilación demostrarles con dichos y hechos que son mierda.


Entretanto, los establecimientos de mascotas, comerciando descontrolada y absurdamente con montones de cachorros de perro, alimentan los albergues del mundo, no sin antes garantizar un breve paréntesis de comodidad que esos animales tienen ( bajo el rigurosa condición de ser bonitos y graciosos, perdida esa condición, los animales son abandonados ), en casas particulares con gentuza aprendiza de personas, escoria de miopía profunda que no diferencian entre regalarse una botella de tinto y un ser vivo, necesitado de pocas pero importantes cosas. Los comercios de mascotas no debieran tener ni un sólo animal en sus instalaciones. Ni “doméstico” ni salvaje.


Por lo demás, él sigue encerrado en una jaula. No sabe, por supuesto que tiene esa segunda fecha grabada en algún lugar de su alma de can, pero la tiene. Mira con toda la tristeza que un ser encerrado puede mirar al exterior, con esa lenta pero constante destrucción de la moral que el encierro practica en todo lo que vive enclaustrado, con ese minar de la esperanza que acude a los seres sin opciones. Afuera está el mundo, llamándole en todas las lenguas posibles, y él quiere acudir, pero sólo le está permitido responder, preguntar, exigir más información, porque la libertad les está vetada a los animales con doble fecha. A los condenados. A los verdaderos parias de toda patria.




2 comentaris:

  1. Hola!!! soy Lulú, la gata de Cicatrices Transgenicas, no he visto ke tengas correo electrónico, así ke te escribo en un comentario.Y en nuestro blog están tus comentarios.
    Te enlazaremos!!!! y, no, trankila, yo no como animales...
    Eso si a esos humanos cafres les suelto mi KATANA DE KILL BILL y me kedo desknsá, desknsáaa.
    Ptonts al morret y frec de bigotissss...

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Una miqueta de relax