He aprovechado para hacer limpieza de apuntes y, entre todos ellos, he encontrado un trabajo ya olvidado sobre la catalogación de monedas. Una de ellas era especial: acuñada en entre el 461 y el 396 a.C., en el anverso figura una leyenda "MESSANA" (la ninfa Messana), quien sujeta las riendas de una biga de mulas.
En esta moneda aparecen representaciones de animales, algo habitual en los diseños de Messana. En este caso, mulas, liebres y un delfín (en el reverso). Sin embargo, no es extraño que, en la Antigüedad, se representasen animales en las monedas, más allá de los "tipos parlantes" (1).
El ser humano ha utilizado al resto de animales de todas las formas imaginables, entre ellas, su uso en los sacrificios rituales. Sin embargo, ya en la Antigüedad clásica existían voces discrepantes, prueba de esto son los llamados altares no sangrientos.
Un altar no sangriento, an-aimaktos, era aquel que no admitía la sangre de animales, ni elementos transformados (como la piel); sus sacrificios eran incruentos, no podía morir nadie que tuviera anima. Este rito era considerado como el origen primigenio, representaba lo más puro, lo más moral.
Es interesante analizar como determinados grupos de seres humanos tenían una consideración legal, y/o social, muy similar a la de los animales. Por ejemplo, en la Roma Imperial, la venta de una esclava estéril fue objeto de discusión jurídica, la cuestión estaba en determinar si una venta podía ser considerada, o no, nula. Jurídicamente, se determinó que la venta de una esclava quedaba sin efecto si la esterilidad era fruto de una enfermedad, pero no así si era congénita. Quedando una esclava estéril equiparada con una cerda estéril: "El término de comparación de los jurisconsultos era, en este caso, la venta de una cerda estéril, esto es, castrada, cuya devolución el vendedor estaba obligado por ley a aceptar en caso de no haber informado lealmente al comprador" (2). Aline Rouselle hace una interesante comparación entre las esclavas destinadas al placer y las destinadas a la reproducción, frente a las cerdas destinadas a la carne y a la reproducción (3). La consideración jurídica era muy similar.
En esta moneda aparecen representaciones de animales, algo habitual en los diseños de Messana. En este caso, mulas, liebres y un delfín (en el reverso). Sin embargo, no es extraño que, en la Antigüedad, se representasen animales en las monedas, más allá de los "tipos parlantes" (1).
El ser humano ha utilizado al resto de animales de todas las formas imaginables, entre ellas, su uso en los sacrificios rituales. Sin embargo, ya en la Antigüedad clásica existían voces discrepantes, prueba de esto son los llamados altares no sangrientos.
Un altar no sangriento, an-aimaktos, era aquel que no admitía la sangre de animales, ni elementos transformados (como la piel); sus sacrificios eran incruentos, no podía morir nadie que tuviera anima. Este rito era considerado como el origen primigenio, representaba lo más puro, lo más moral.
Es interesante analizar como determinados grupos de seres humanos tenían una consideración legal, y/o social, muy similar a la de los animales. Por ejemplo, en la Roma Imperial, la venta de una esclava estéril fue objeto de discusión jurídica, la cuestión estaba en determinar si una venta podía ser considerada, o no, nula. Jurídicamente, se determinó que la venta de una esclava quedaba sin efecto si la esterilidad era fruto de una enfermedad, pero no así si era congénita. Quedando una esclava estéril equiparada con una cerda estéril: "El término de comparación de los jurisconsultos era, en este caso, la venta de una cerda estéril, esto es, castrada, cuya devolución el vendedor estaba obligado por ley a aceptar en caso de no haber informado lealmente al comprador" (2). Aline Rouselle hace una interesante comparación entre las esclavas destinadas al placer y las destinadas a la reproducción, frente a las cerdas destinadas a la carne y a la reproducción (3). La consideración jurídica era muy similar.
(1) Dícese de aquella moneda que posee un dibujo, cuyo nombre representa alguna otra cosa además de la que se quiere expresar.
(2) Rouselle, A. La política de los cuerpos: entre procreación y continencia en Roma, en Duby, G. y Perrot, M. (dir), Historia de las mujeres en Occidente. Tomo 1, la Antigüedad, Madrid, Taurus, 1991, p. 336.
(3) Ibídem, p. 337.
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